Patrimonio Literario
Stmo. Cristo del Descendimiento
Poesía José Luis Martínez Villoslada
Ya Desciendes de la Cruz,
tu Madre, sumida en llanto,
con mimo extiende su manto,
Refugio pleno de luz.
Tu mano lánguida tiendes,
con dulzura y con amor,
otorgando tu perdón,
a los mismos que te ofenden.
Cristo del Descendimiento,
alúmbrame en mi camino,
mitiga mis sufrimientos.
Y, en el momento supremo,
deja que tome tu mano,
y refúgiame en tu seno.
Poesía Francisca Ruiz Muñoz
Cinco y media de la tarde
primavera, Viernes Santo
se abren las puertas del templo
que ésta saliendo a la calle
el Cristo de nuestro barrio,
Cristo del Descendimiento.
Yo siento un escalofrío
que me llega hasta los huesos
cuando le miro clavado
en ese triste madero.
Le han quitado la corona
que iba ciñendo su frente
y una sabana de nieve
sostiene su cuerpo inerte.
¡Que no se mueva ni el viento
que ya va cruzando el puente
Cristo del Descendimiento!
¿Hasta el agua en su corriente
se para por un momento
para ver pasar a Cristo
a hombros de sus costaleros.
La torre de la Mezquita
queda muda y en silencio
diciendole a las campanas
que cesen en su lamento.
Te perfuman los naranjos
y las palomas en el vuelo
se paran para rezarte,
Cristo del Descendimiento.
El Campo de la Verdad te espera a tu regreso
al volver de madrugada
con paso cansado y lento.
Ya hiciste tu recorrido
y regresas a tu templo.
Te acompañan penitentes,
nazarenos, costaleros,
y saetas que se pierden, en la noche y en el viento.
Vuelve, Señor, que yo espero,
que llegue otro Viernes Santo,
y verte salir de nuevo,
por las calles de mi barrio,
¡Cristo del Descendimiento!
Poesía Bartolomé Menor Borrego
Aquí me tienes, Señor,
aquí, contigo en el cielo;
si me equivoque al subir,
perdona mi atrevimiento.
¿Tengo mis manos vacías,
o esta lleno mi talego?
No soy contable, Jesús,
yo solo fui relojero.
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No te equivocaste al subir:
Acércate, Hermano Pedro,
has llegado a buena hora:
te necesito en el cielo.
O por donde quiera que soy,
preciosos relojes tengo;
pon en hora tu reloj,
Hora de un gozo muy pleno.
Después que arregles el tuyo,
repasa los que están dentro;
¿por qué si, marcan las horas
han perdido el minutero?
Todos los relojes andas
pero, no miden el tiempo.
Para cuidar mis relojes,
te nombro MI RELOJERO.
Poesía leída al final de la Homilía del Funeral de Nuestro Hermano Don Pedro Herrero, Hermano Mayor que fue de Nuestra Hermandad y Cofrade Ejemplar de la Semana Santa Cordobesa
Poesía Pedro Pablo Herrera
Palidece la luz, surge la sombra,
enmudece la voz, reina el silencio,
solo cruje la cruz que roza el lienzo,
al descender tu cuerpo en la zozobra.
Triunfa la penumbra en el ocaso,
se diluye el fulgor en las tinieblas,
escenario fatal de la tragedia
en la tarde cruel del Viernes Santo.
Calvario es la colina de tu templo,
el Betis es Cedrón, que, en su corriente,
manifiesta el dolor de tu fiel pueblo
que en cortejo te sigue por el puente
acompañando tu descendimiento,
llorando inconsolable por tu madre.
Poesía D. José Luque Requerey
Capuchón ensangrentado
túnica blanca,
Hermano-Hermana
del descendimiento,
el sol y el alba
se han fundido en tu cuerpo
de amor y penitencia
en oleadas.
La sangre de tu capa
es un grito de rosas
que se escapa,
desde tus hombros hasta la calzada.
¡ Ay vientecillo del río
viernes, ya en la madrugada,
como salpicas los cuerpos
de temblor y luna clara
cuando el Arcángel del Puente
vuelve hacia ti su mirada!
Va el Cofrade, lento el paso
ardiendo en la mano la llama
de aquel cirio bautismal
que se consume con lágrimas.
Va en silencio, cartujo
de cipreses y plegarias:
que hay que poner mucho amor
para que Dios hable el alma.
Ntra. Sra. del Buen Fin
Salve a Ntra. Sra. del Buen Fin
Dios te salve María
del Buen Fin señora
Reina y Madre mía
Bendita eres en la rosa
Bendita eres en el día
Bendita Tú dolor en el dolor
y en la alegría
Vuelve a mí tu mirada
Virgen morena
Y de mi corazón arrancaras la pena
llevanos a Jesús en medio de la noche
Tú que eres luna llena
Oh, Clementisima
Oh, Piadosa Oh, siempre del Buen Fin
Virgen María
Oh, siempre del Buen Fin
Virgen María
Letra: Rvdo. D. José Luque Requerey
Poesía D. José Luque Requerey
Tristes se vuelven los ojos
tras de la cara tapada
siempre que mira el Buen Fin
sin que pueda consolarla:
Allí puso muchos cirios
allí flores abrazadas
allí tambores de aurora
y terciopelo escarlata.
Pero la del Buen Fin llora
lágrimas desconsoladas.
¿Quien te hizo a ti sufrir,
Virgencita limpia y clara
saliendo Tú de los dedos
de Dios, Inmaculada?
No se lo pregunte yo
que tengo manos manchadas,
con mis pecados maté
al Hijo de tus entrañas.
Por eso voy en silencio
llorando culpas pasadas.
Quiero endulzar con mi vida
la armadura de tus aguas.
Mi capa te grita: ¡amor!.
Mi túnica, vida santa.
Ayúdame Tú María
Ayúdame con tu gracia.
Solo te pido, Señora
que por esta noche santa
cuando muera me prepares
un ladito allá en tu casa.