La alegría del Viernes Santo

Carlos Gómez – Gente de Paz – 15 /04 / 2022

Aún no había transitado por el palquillo de entrada el paso de palio de la Virgen del Rosario y ya se encontraba la cruz de guía de la Hermandad del Descendimiento esperando pacientemente para incorporarse a la itinerario común. Nazarenos blancos y rojos y un indiscutible aroma de barrio se apoderó del Puente Romano rumbo al templo madre de los católicos cordobeses.

La cofradía del Campo de la Verdad caminaba con valentía y decisión hacia el centro neurálgico de la religiosidad popular de la ciudad de San Rafael. Así lo confirmaba el sonido arrollador de la Banda de Cornetas y Tambores Caído y Fuensanta, para la que tan especial es tocar cada año detrás del Cristo descendido, que ya lo inundaba todo desde que su brillante forma de interpretar sonaba con fuerza desde las inmediaciones de la Calahorra. Todo ello pese al incomprensible e inesperado obstáculo que se encontraron los nazarenos del cortejo del campo de la verdad a la hora de entrar en el itinerario común: una dotación de la Policía Nacional que en su afán por que el público no atravesase la frontera que divide el puente romano de la carrera oficial impedía el normal desarrollo del cortejo del descendimiento propiciando la insólita escena de que los nazarenos tuvieran que rodear a los policías en lugar de que éstos se situasen de modo que impidiesen al público pasar, no a los nazarenos. Algo insólito que sucedió ante la pasividad, también incomprensible, de los miembros de la agrupación de cofradías que se encontraban en el palquillo de entrada a escasos metros.

La entrada del paso de misterio en Carrera Oficial gozó de una impactante rotundidad. El acompañamiento a su caminar de las marchas siempre contundentes, interpretadas por la formación musical cordobesa, fueron el contrapunto perfecto para que el buen hacer de la cuadrilla de costaleros del Cristo del Descendimiento, dirigida con maestría por David Arce, encendiera las almas ateridas que poblaban los palcos en está gélida tarde de Viernes Santo cordobés.

Detrás, la Virgen del Buen Fin, incandescente bajo el logrado palio que con su alegre movimiento concita cada año la atención del respetable, con ese halo de esperanza y alegría que es la metáfora perfecta que desprende el alborozado caminar, aderezado con la dosis perfecta de elegancia, de la dolorosa del Campo de la Verdad, anunciando que tras la muerte existe algo mucho más importante, lo que los cofrades celebramos en realidad, lo que ha de venir en apenas unas horas, la Resurrección, el auténtico Buen Fin de todo lo ocurrido. Exitoso estreno el de su capataz, Juan Luis Berrocal, que dejó un muy buen sabor de boca.

La Virgen se incorporó al itinerario común y atravesó la Puerta del Puente al compás de la Banda Maestro Enrique Galán, provocando el aplauso entre quienes esperan, como agua de mayo cada año, la llegada del palio rojo de la Virgen del Buen Fin. El contraste perfecto a la sobriedad predominante cada Viernes Santo y la nota de color que convierte en certidumbre y en luz el llanto y el lamento de la muerte y la cruz.

 

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